El cine y la fotografía son parecidos. Materialmente, incluso, el cine es una serie de fotografías. Hay algo, sin embargo, que los diferencia radicalmente: el movimiento, y en consecuencia, el tiempo. En eso, como en tantas cosas, es gracias a Roland Barthes que la reflexión sobre la fotografía ha progresado. La aparición, en febrero de 1980, de La cámara lúcida, provoca una especie de revolución, y de ese libro se rescataron dos cuestiones centrales. La primera, la dupla «studium/punctum», fue, al principio, la más mencionada. No hubo, en el 80, 81, 82, ninguna reunión, seminario o congreso sobre fotografía, donde los participantes dejaran de decir «punctum», con el aire de haber descubierto la pólvora, o haber manipulado una pólvora cuyo primer utilizador fue Barthes. Fue una especie de moda que, como todas las modas, fue borrándose con el tiempo, y prácticamente dejó de usarse.





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